Escribir sobre la música de Guillermo McGill es como cruzar descalzo un campo de flores delicadas. Poner palabras a las sensaciones que su música despierta es osadía y aventura a la vez. Tengo el placer de hacerlo cada vez, aunque siento una nueva carga de responsabilidad por merodear terreno sagrado, cultivado con el alma y el espíritu. «Es hora de caminar» es su nuevo disco, otra singular evocación a la noche de los sentidos, al momento de apertura interior, que tan bien vincula el título con el oficio de Teresa de Jesús, la santa andariega.
McGill se impulsa en un gesto preliminar con el título del álbum, para recorrer un universo de matices a modo de viaje iniciático, apoyado por músicos que no necesitan palabras para comunicarse. Guillermo sigue siendo el bruñidor exquisito que se deja llevar profundamente, para crear imágenes musicales extraordinarias. Siempre he creído en su capacidad espiritual porque cada una de sus obras es misteriosamente singular. Es el espíritu quien crea libertad y despierta la interioridad del hombre, esa cualidad que vertebra el centro del ser. Los ocho temas grabados expresan un continuidad curiosamente ordenada, aunque ignoro si a propósito. En cualquier caso la escucha se convierte en todo un proceso que comienza y termina. O eso siento.
McGill interpreta a Ornette Coleman en Lonely Woman, una versión reverencial y abierta respecto del original del mítico jazzman. Malagueña revive el respeto que el músico profesa por el flamenco y dedica a Ramón Montoya, como Milonga y Colombiana. Olha María es un original de Jobim, revestida por Guillermo desde su sensibilidad. Cuando todo se derrumba es un tema original, que destaca sobre el resto y que llama la atención sobre el recorrido que plantea el artista hasta el momento. First Song es un recuerdo al irrepetible Charlie Haden. «Es hora de caminar» es el resultado de un lenguaje común y de una sensibilidad extraordinaria. ¡Enhorabuena, querido Guillermo!
César Cid