Probablemente siga siendo un tópico dedicar unos minutos de nuestra vida a felicitar la Navidad a familiares, amigos y conocidos. Todos lo hemos hecho en alguna ocasión porque toca, es decir, sin sentir nada realmente. Los bancos siguen enviando felicitaciones personalizadas, aunque realmente felicitan a las nóminas y al poco dinero que duerme en las cuentas corrientes. Si no tienes liquidez, ni un triste mail. Pensándolo bien, es probable que esta sea la razón por la que Hacienda no felicita la Navidad. Pensarán que bastante nos fastidia- cómo me ha costado no escribir nos jode- no haber recibido la devolución aún hoy, 24 de diciembre. Lo consulto en su web y un mensaje automático me asegura que todavía están consultando mi declaración. Pobres, no habrán tenido tiempo. Con tanto escándalo político… Pero no van amargarme la Navidad. No me resisto a dejar de creer en la bondad del ser humano. Incluso reconozco que creo en el AMOR. Así, sin pedanterías ni ñoñadas. Lo compruebo cada día en gestos pequeños. Y como sólo el Amor es digno de fe, creo que la Esperanza debe nacer constantemente para entender fenómenos incomprensibles como Lampedusa. Para encontrar sentido a tanto sufrimiento evitable. Para transmitir con sinceridad que es posible una vida basada en el respeto y la tolerancia. Que lo que nos hace irrespetuosos o intolerantes es el miedo, y el miedo se cura. Se cura con Amor, mejor en mayúsculas. Que nadie es mejor que otro y que no hay yo sin tú. Por todo ello deseo que mientras esperamos brotes de cualquier color, nuestro corazón dé espacio a la necesidad de los otros. Y personalmente os deseo días maravillosos y emotivos junto a quienes os acompañan en esta carrera vital. La música continuará devolviéndonos lo que perdimos.
¡Feliz Navidad!
César Cid