En ocasiones nuestra imaginación nos juega malas pasadas cuando asumimos los gustos de otros en quienes confiamos, quizá por esto, por la confianza. Porque la música y sus efectos entrañan no poca subjetividad en nosotros. Basta comprobar qué raros nos sentimos a veces ante un grupo que disfruta de algo en común. Gustos, criterios, sensibilidades distintas y tantas otras cosas que enriquecen nuestra convivencia y relaciones. Sin embargo hay ocasiones extraordinarias que sin grandes estrategias acercan posturas y ponen de acuerdo a casi todos o al menos a la mayoría. Así sucede con Isayah Thomas. Antes de conocerle recibí bastantes comentarios al respecto, todos positivos. Cuando nos confirmó su asistencia a Xperiment Rap Meetin’ mi curiosidad aumentó sobremanera. Ya, con una pequeña idea sobre el artista y su obra tras rastrear el material disponible -poco, la verdad- , llegó el momento del directo y comprobé la razón de las acertadas expectativas. Sencillamente genial. Calificarle musicalmente sería una osadía.
Sí, está encuadrado en el ámbito del rap y la expresión urbana contemporánea, pero Thomas es mucho más. Ante todo es un ser herido por la vida, que expresa vida no sin dolerse y recala hondo con sus palabras. Medios tiempos para significar sin prisa el eco de su alma que, activista de la realidad, evoca reminiscencias de otros artistas y tiempos. Su pasado musical es intenso aunque breve. En 2012 presentó Alturas. El tema homónimo serviría de banda sonora para vestir de paradoja musical el clásico de Aldous Huxley Un Mundo Feliz: “… las sombras no están a mi alrededor, se han despegao por los pies de los dedos, proclaman un perdedor del que harán modelo, ídolo…”. Poeta, mc, cronista, cantante o ser humano que expresa lo que siente. Da igual; ya hemos comprobado para que sirven las etiquetas. Isayah Thomas en una voz sincera y comprometida con su tiempo. No debemos olvidar que es posible cambiar el mundo sin armas ni bombas. Basta con cambiar los corazones.
César Cid